Transformaciones
Líneas, semillas, frutos, flores y hojas son
deformaciones plásticas decentes, en las que se llevan a cabo
transmutaciones y correspondencias.
En tanto series son susceptibles de una apreciación no exclusivamente
óptica. La propuesta artística de Herta Seibt de Zinser
lleva a una concepción de escultura, en la cual lo perceptible
con los sentidos constituye sólo un aspecto de una intención
artística de mucha mayor envergadura.
Al pensamiento e impulso se ha adjudicado en la obra escultórica
un significado central: la materialidad física debe hacer experimentables
los factores de fuerza y de calor, las relaciones humanas y las estructuras
sociales, la vida. La operación escultórica primaria,
aquella combinación de tubos de fierro deformados por efecto
del calor, también significa la reconstrución de una
totalidad perdida. Cada una de estas piezas surge en un proceso de
exploración de equivalencias formales y arquitectónicas.
Herta Seibt de Zinser muestra en total cinco etapas de su producción,
de las cuales la serie Líneas surgió a finales de los
años noventa, emparentada estilísticamente a los geoglifos
de la cultura nazca, aquellos dibujos lineares cavados en la tierra,
que fueron descubiertos al sur de Lima en 1926. Como juego plástico
de líneas introducido directamente en el espacio flexible,
Líneas constituye el punto de partida de composiciones grupales
posteriores, que se presentan en la nave polivalente de la antigua
compañía de electricidad de Friburgo de Brisgovia, más
conocida como “E-Werk”, y que son una síntesis
del trabajo de la artista desde su retorno del Perú en 2004
tras una estadía de varios años en su país de
origen. Las composiciones del lineamiento de las series son completamente
distintas entre sí y requieren una percepción diferenciada
de parte del espectador.
Mientras que las Líneas son claros trazos de rectas y ángulos,
las series siguientes se abren a amplias espirales curvas. La fuente
de inspiración de las Semillas y Frutos es la taxia, el cambio
de un organismo como respuesta a un estímulo ambiental.[1]
La artista sondea atenta la multiplicidad de capas y la ininterrumpida
capacidad de transformación de las cosas, la imprevisibilidad
de sus manifestaciones. Es la mirada escudriñadora la que ha
de profundizar y concentrarse en la forma, el lenguaje y el silencio.
En función de la relación proporcional con el espacio,
dependiendo del lugar en que se sitúa el observador, de su
punto de vista, va reflejándose poco a poco una luz sobre la
totalidad de la composición. La tensión que se produce
en tal proceso abre perspectivas a la instalación espacial
y subraya adicionalmente la compleja ampliación de la obra
en tanto pone al descubierto energías dinámicas en un
juego dialogado de variabilidad y balance de las líneas, ángulos
y arcos -en los cuales se ha señalado el peso-, y superficies
delanteras y traseras, cuyos contornos se han trazado.
Impresionan las diagonales de trazo caligráfico con las cuales
las “figuras” se topan con sus propios límites.
Y simultáneamente hay líneas comunicantes que permiten
rebasar virtualmente el ímpetu de las barras torcidas por encima
de todos los límites. Los movimientos se entrecruzan, los atados
de líneas se cierran el paso unas a otras o se interceptan.
En algunas zonas, el ojo palpa tanto de un lado a otro como de arriba
abajo una confusión de líneas y superficies, de modo
que está obligado a captar el mundo vivencial en su esencia
como un todo. Los gestos de energía danzante, captada y ampliada
por la luz y el espacio, adoptan de manera espontánea formas
explosivamente ágiles, fuerzas interiores. Tanto más,
en cuanto nosotros los receptores caminamos rodeando el espacio y
los surcos aparentemente controvertidos, y otorgamos un nuevo orden
a los trechos de superficie asentados y a las arqueadas líneas
de fierro.
Una actuación de danza -lo ha demostrado la artista peruana
Mirella Carbone- abre proporciones completamente nuevas, cuando concibe
la acrobacia coreográfica, las figuras plásticas, ora
como algo estático, ora como formas y puntos de apoyo de una
metamorfosis.
Es así como consigue realizar nuevos movimientos expresivos
en la obra tridimensional y transmitírselos al observador,
que comprende esos ritmos y mensajes dibujados. A menudo se tiene
la sensación de que quisiera ofrecer el conocimiento de su
propia relación espacial a quienes han perdido la paciencia
para saber estarse quietos.
Las esculturas de Herta Seibt de Zinser avanzan en este sentido hacia
un punto fronterizo, en el cual desarrollan vida propia. La escultora
inventa combinaciones, cuya intención está condicionada.
Pero tal progresión no es obra de la casualidad, sino de la
artista, cuya posibilidad expresiva la ha llevado a hacer realidad
un máximo de comunicatividad. Lleva a cabo una decidida reflexión
sobre el permanente espacio ambiental. Al igual que en una partitura,
alterna tempo, staccato, alegro. Ocasionalmente introduce una improvisación,
le confiere al dibujo plástico un cambio fugaz... Guiada por
la filosofía china, según la cual el ser humano debe
encuadrarse en la armonía del mundo (tao), la vida brota de
las transformaciones plásticas y se extiende fluidamente sobre
el suelo.
La calidad de la superficie metálica, que mantiene su aspereza,
responde a una severa disposición creativa. Aun así,
el rico espectro de grises, según cómo caiga la luz,
que abarca desde el grafito claro hasta un antracita casi negro, subraya
el carácter neutro de la línea metálica, es decir,
el orden formal contrapuesto al caos sin forma, el frío metal
en contraste con la levedad del espacio. En las nuevas series, la
sustancia orgánica del hierro se ve acentuada por un efecto
de tonalidad terroso-óxido e irregularidades conscientemente
toleradas.
Y de nuevo la presentación de los segmentos aislados en su
relación al grupo que conforman desempeña un papel decisivo.
Como un pie de imprenta, su efecto es dinámico, ya sea en tanto
metáfora de una comunidad contradictoria o justamente como
la curva de movimiento en el campo de tensiones aquí armado,
siempre en busca de su aspecto transformable.
Pero con cada obra nueva surgen nuevos matices, tal como se han desarrollado
simultáneamente en las últimas series de Flores, Frutos,
Hojas. Ya desde el concepto formal del proceso artístico yace
fundamentada una dimensión inusual. Más o menos de tamaño
natural son los tubos metálicos de diferente longitud, conectados
con soldaduras de filigrana de 21 milímetros de diámetro.
Conducida inicialmente por un segmento concebido a partir de numerosos
bastones de hierro, Herta Seibt de Zinser ha explorado cinco variaciones.
Sin embargo, los arcos giratorios de preciso eje permiten una multiplicidad
de combinaciones.
La obra ha ido madurando lentamente, como en el famoso verso del poeta
castellano Antonio Machado “se hace camino al andar”.
En un ejercicio solitario, la escultora estuvo concentrada en el diario
experimentar con el material específico, el fuego y el enfriamiento,
la resistencia y la moldeabilidad.
Cabe indicar otro punto de vista en la depuración del trabajo,
si se considera la sorprendente fuerza que sugiere a raíz de
su frágil forma y la poesía de lo inalcanzable que desarrolla
a pesar de su aspecto inestable. Es entonces cuando empiezan a trasponerse
siluetas como velas imaginarias y a tomar forma a partir del volumen
espacial. En su roce con el suelo, en su toma de posición de
límites invisibles de los espacios aéreos puede experimentarse
el proceso de la transformación siempre de nuevo.
Las Transformaciones de Herta Seibt de Zinser son también ecuaciones
de sentido oculto sobre nuestra existencia y en tal medida son tan
sencillas y exentas de pretensiones y a la vez incisivas como algunas
frases de la novela El último mundo, de Christoph Ransmayr,
quien ha rendido merecida reverencia a las historias de metamorfosis
de Ovidio, aquéllas de dioses, de seres humanos, de planetas,
animales y plantas.
“Que nada queda ni persevera en un orden eterno, sino que toda
criatura -movida por el amor y la añoranza- es capaz de cualquier
transformación.”
Brigitte von Savigny
Christoph Ransmayr, El último mundo,
Editorial Anagrama.
Ovidio, Metamorfosis, Versión de Ana Pérez
Vega, Instituto Cervantes.
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[1] La filotaxia es un término de la botánica: una hoja
se transforma por efecto de estímulos exteriores y los prototipos
morfológicos se transforman durante el crecimiento y con el
cambio de las estaciones climáticas.