Tubos
de fierro que dibujan
A propósito de las trabajos de Herta Seibt de Zinser
Las
esculturas de Herta Seibt de Zinser son simples desde el punto de
vista de su vocabulario formal técnico. Frente a esa sencillez,
presentan una complejidad estructural en lo que respecta a su posicionamiento
y recepción en el espacio.
Cada una de las obras consta, formal y técnicamente hablando,
de tres partes diferentes del mismo material, tubos de fierro de 21
milímetros de grosor. A la temperatura de una llama de soldadura
autógena, los rígidos tubos han sido moldeados de tal
manera, que cada una de las tres partes sean susceptibles de extenderse
hacia las tres coordinadas espaciales cartesianas. Además,
ambos extremos de cada pieza han sido trabajados de manera que los
tres componentes puedan combinarse a discreción para, ensamblados,
conformar una escultura independiente.
La colocación de la escultura en un espacio determinado exige
reflexiones complejas. Pues, mientras que una escultura en sentido
clásico se sitúa en un espacio como un objeto fijo e
inamovible, las esculturas de de Zinser pertenecen a un momento pasajero.
En la medida en que cada vez han de ser ensambladas varias partes
y de modo distinto, en cada ocasión no sólo se plantea
la cuestión de dónde debe erigirse una escultura con
respecto al espacio que la rodea, sino de qué modo deben combinarse
sus tres componentes. Y puesto que las posibilidades son numerosas,
se trata de esculturas“abiertas y activas”, más
aún cuando el espectador también puede volver a ensamblarlas
y cambiarlas de lugar.
Las esculturas de de Zinser son líneas comunicativas. Son dibujos
en el espacio. Comunicativas por una parte, porque el espectador,
en la medida en que las dimensiones y el peso de los fierros se lo
permiten, puede tocar y variar a su antojo. Por otra parte, establecen
una correspondencia con el espacio que las alberga, y lo deforman,
pues crean nuevas formas espaciales a partir de sus respectivos ángulos.
Parece ser que el ojo humano tiende a seguir la longitud de una línea.
Las esculturas de de Zinser aprovechan ese gusto del sentido de la
vista por volver a dibujar lo dibujado, para hacer saltar al espectador
de un zig zag al otro. Los cambios de velocidad surgen entre las zonas
de mayor convergencia de ángulos y van distendiéndose
a medida que los ángulos se amplían. La luz que se refleja
en los tubos soldados se abre en una escala de tonalidades, que subraya
el efecto de profundidad de los dibujos espaciales así como
su proceso para llegar a ser líneas “inmateriales”.
Los juegos de luz condicionan la percepción visual del espectador
más allá de las coordenadas espaciales. El verdadero
espacio de la escultura pasa a ser el vacío entre objeto y
objeto, entre los lados de los ángulos, que a veces se abren
y otras se cierran, pero jamás llegando a ser ni siquiera ángulos
rectos. Son segmentos del espacio real los que surgen entre los ángulos
de las líneas de fierro. El ojo atento registra que estos segmentos
se elevan con la vista en la medida en que los lados de los ángulos
también están a cierta altura. Pero de Zinser no está
trabajando con planos materiales, sus planos son virtuales, están
delimitados por los tubos de fierro. Sus planos son el vacío,
un vacío que llena una pieza del rompecabezas que es el espacio
real, y que
da la sensación de encajar perfectamente “dentro”
de la escultura. Si observamos la escultura en conjunto desde cualquier
punto, veremos cómo se abocan a ella incontables segmentos
de espacio real. El proceso puede ser también inverso, cuando
las modulaciones plásticas “expulsan” al espacio
real. Hay, pues, infinidad de lecturas, pero que siempre remiten a
una escultura completa, a partir de la cual pueden volver a mezclarse
los aspectos
arquitectónicos, urbanísticos y hasta paisajistas que
evocan visualmente las líneas, algo que rompe con nuestras
convenciones visuales: he ahí la presencia activa y pasajera
a la vez de los dibujos de tubos de fierro que presenta Herta Seibt
de Zinser.
Chillida lo hace con sus imponentes pulpos de acero, y de Zinser lo
logra de forma sobria y contundente: ligar el vacío al espacio,
entenderlos como elementos tránsfugos de la escultura misma.
Norbert Kricke ha de resultarle afín en su renuncia al volumen
y su tendencia a la inmaterialidad de la escultura. Las ideas de Kricke
sobre la escultura entendida como construcción cinética
hallan en el concepto plástico de de Zinser que involucra al
espectador en el ensamblaje y posicionamiento de sus trabajos, una
continuidad e innovación consecuentes. Es lo que convence de
estos trabajos..
Herbert
Maier