Diálogos
Exposición
de Herta Seibt de Zinser
en la serie „Kunst in der Klinik“ (Arte en la Clínica)
Discurso inaugural de Eberhard Brügel el 8 de
junio de 2008
Robert Gernhardt dijo una vez, que en un poema no se debía
notar cuánto sudor se había derramado en el proceso
de su escritura. Los trabajos plásticos de Herta Seibt de Zinser
satisfacen esta demanda al dejar la impresión de levedad, podría
hablarse incluso de ternura de filigrana y por momentos de una sensación
de estar suspendidos en el aire, de flotar. Justo es, por ello, que
a menudo se les compare con dibujos en el espacio, que parecen esbozados
por una mano de trazo ligero. Parte esencial de este efecto constituye
el material que utiliza Herta Seibt de Zinser. Se trata de tubos extremadamente
finos, de un diámetro de 21 milímetros, conocidos comercialmente
como tubos de agua. De modo que la masa del volumen se ve reducida
a un mínimo desde el comienzo y cualquier impresión
de gravedad o pesadez se ve atenuada, de entrada, sólo por
ese elemento. Sin embargo, todo el mundo sabe por experiencia, que
incluso tubos relativamente finos poseen un peso nada insignificante,
menos aún en las enormes longitudes como es el caso de las
esculturas de Herta Seibt de Zinser. Echemos pues una mirada en el
taller que ocupa la artista en Friburgo, sito en el “E-Werk”,
antigua planta eléctrica. La longitud de un tubo es más
corta de lo que vemos en los trabajos expuestos, oscila entre 50 centímetros
y 3 metros. Herta Seibt de Zinser enlaza las piezas mediante un sistema
de empalme en el cual utiliza una varilla de metal que introduce en
los bordes de los dos tubos que desea unir. Las varillas corresponden
en diámetro al del orificio de los tubos, de manera que encajan
con absoluta precisión. Es así como desde lejos los
puntos de empalme son imperceptibles, sólo de cerca es posible
descubrirlos, tras una concentrada observación. ¿Cómo
le da forma Herta Seibt de Zinser en el torno de banco al tubo que
ha ajustado? Con una mano se vale del soplete de soldar para calentar
el tubo hasta la incandescencia, con la otra lo dobla y aprieta en
la forma deseada -sobre la cual tiene una idea previa muy clara- sin
ayuda de ninguna otra herramienta. Es decir, que se trata de un trabajo
estrictamente manual. No es un acto de fuerza únicamente, sino
que exige, en mucha mayor medida, un dominio de la coordinación.
Esto significa sostener el soplete de soldar en el punto adecuado,
saber reconocer la temperatura apropiada del metal incadescente y
saber mantenerla en ese grado, no solamente doblar o torcer el metal
sino dotarla de una forma que contenga tensión, teniendo en
cuenta al mismo tiempo que cada parte debe estar en armonía
con las demás, las que a su vez están supeditadas en
conjunto a una idea, van a ser vistas en el marco de un concepto general.
Pues Herta Seibt de Zinser no configura la forma en un proceso de
improvisación en el torno de banco, sino que su creación
es producto de un estudio intenso de la naturaleza. A ello se refieren
los nombres en castellano de sus obras plásticas: Fruta, Flor,
Hoja y Semilla. Herta Seibt de Zinser, que nació en 1955 en
la ciudad de Lima, capital del Perú, estudió Escultura
en la Facultad de Arte de la Pontificia Universidad Católica.
Ella recuerda con toda gratitud la formación clásica
que obtuvo allí, pues le abrieron los ojos no sólo para
observar la naturaleza desde el punto de vista artístico, sino
también para analizarla. Y el análisis estético
de los objetos naturales se halla aquí al comienzo de todos
los trabajos plásticos. Esto quizás podría sorprender,
pues los títulos contradicen nuestra experiencia visual. ¿Qué
tiene que ver, por ejemplo, la pieza que se extiende sobre el césped
junto al portal principal con una fruta? No, a Herta Seibt de Zinser
no le interesa una reproducción fiel de la naturaleza, los
nombres lo que hacen es remitir a un punto de partida. En el ejemplo
mencionado son las vainas de arvejas o frijoles. Abiertas en dos mitades,
constituyen arcos en contrasentido, tal como se presentan aquí
al extremo inferior y superior de la pieza. Entre estos dos puntos
-inicial y final- tan marcados, se despliega el recorrido del tubo,
un transcurrir sorprendentemente dramático en movimientos,
se forma en grandes arcos, cambia de dirección de manera abrupta
y contrastante, flota en suaves olas por encima del césped
o fluye cuesta abajo como un riachuelo, se eleva como en pompas de
aire, se abre paso hacia adelante, se detiene eventualmente, logra
en los lazos unas pausas de contrapunto, desarrolla un ritmo lleno
de armonía y dinámica a partes iguales. ¿Dónde
ha de descubrirse aquí, sin embargo, la relación con
la fruta? Herta Seibt de Zinser se ha ocupado de las partes interiores
de la vaina. Sus contornos externos arrojan curvas y olas que se desprenden
de la forma exterior de la vaina y de la forma interior de las cavidades
en las que se encuentran las arvejas o los frijoles. No es de extrañar
que una forma así existente en la naturaleza atraiga el interés
de una escultora, si se tiene en cuenta que las mencionadas formas
poseen cualidades altamente plásticas.
La idea de otra pieza surgió a partir de un tomate partido
por la mitad.
El tronco con sus extraños contorno, tabiques celulares y semilla
configuran formas diversas, que Herta Seibt de Zinser reunió
en una forma circular de apariencia más bien cerrada a pesar
de toda su transparencia. Por el contrario, las formas delgadas y
de tendencia puntiaguda de los trabajos que llevan por nombre Semilla,
pretenden proyectarse hacia el exterior, hacia el espacio circundante.
Esto no es de sorprender en la medida en que la artista se ha orientado
a partir de las semiIlas de arce, cuyo principio aerodinámico
al caer causa un efecto de rotación. En la temática
de las hojas, por el contrario, domina el principio del desplegamiento
en forma de abanico; las hojas crecen de las ramas en forma de espiral
o emparejadas, y lo mismo ocurre con las flores, cuyo despliegue -visto
formalmente- signifca un abrirse-al-espacio.
A pesar de que la idea para esculpir una obra ya se ha cristalizado
y ha tomado suficiente cuerpo en el estudio de los objetos naturales
y las consideraciones, reflexiones y decisiones sobre contenido y
forma en cuanto a su libre plasmación artística desde
la fase inicial, el proceso mismo de realización desempeña
un papel nada despreciable. Pues el metal, en tanto material que no
permite un juego formal arbitrario, pone límites por una parte,
mientras que por otra, permite destacar y hacer surtir su efecto a
otras cualidades estéticas específicas. Es así
como surge un proceso de diálogo entre el concepto de la artista
y los atributos del material. Un ejemplo ha de servir para ilustrar
este fenómeno. Puesto que Herta Seibt de Zinser únicamente
dobla los tubos, es decir que no los suelda, aun los pliegues más
marcados no denotan puntas exageradas. Ello permite conservar la impresión
de que los tubos de agua utilizados siguen un movimiento que fluye
hasta en las formas más angulosas.
En vista del volumen mínimo de masa de los tubos, me he referido
al comienzo a dibujos en el espacio. Se trata, para formularlo con
mayor precisión, del dibujo de una línea en el espacio.
Tal línea adquiere todo su encanto y vitalidad solamente de
su recorrido, que he procurado describir a partir de un ejemplo, puesto
que no presenta ningún talle, es decir, que la línea
no se hace más ancha ni más angosta en ninguno de sus
tramos. Un interés adicional constituye el hecho de que todas
las formas, sean arcos, ondas o pliegues, si bien se acercan ocasionalmente
a formas geométricas, en ninguno de los casos pueden entenderse
como tales. Pues las formas geométricas se destacan por su
claridad y su carácter unívoco, carecen de todo suspense
formal. Son precisamente los imperceptibles aplanamientos o pliegues
en los arcos, los elementos rectos relativamente cortos allí
donde se empalman los tubos entre sí mediante varillas y las
desviaciones insignificantes de los diferentes arcos de una línea
ondeada, los que aumentan parcial o totalmente la tensión plástica.
Si los espectadores fijan su atención no sólo en la
obra de arte misma sino que también incluyen el suelo en su
punto de mira, es decir el fondo, podrán observar cómo
se dan múltiples correspondencias. En árboles y matas
se ofrecen analogías formales. Con respecto a la obra a la
entrada del portal principal existen tales analogías pero también
contrastes con el horizonte lejano. Una arquitectura limpia frente
a dibujos de apariencia biomorfa. Las numerosas antenas como parte
del edificio de la clínica se corresponden con los tubos de
las piezas de escultura y sin embargo, con su geometría y su
brillo metálico, se segregan decididamente de las mismas.
El dibujo en el espacio es sólo un aspecto, el dibujo y el
espacio es otro. Tal relación de reciprocidad se manifiesta
de manera más radical en la obra plástica recién
mencionada, ubicada delante del portal principal. Pues si uno se sitúa
en la parte baja del final de la subida, entonces toda la pieza resulta
enmarcada por el primer arco, el que apunta hacia arriba por el lado
derecho, el cual, junto con el posterior, el arco orientado hacia
la izquierda, permite reconocer el punto de partida del contenido
de la vaina abierta por la mitad. O dicho de otro modo: las vainas
abarcan y limitan la parte interior tanto en la naturaleza como en
la pieza escultórica de Herta Seibt de Zinser.
Si uno se acerca frontalmente al portal principal, la obra plástica
se modifica a tal punto, que uno piensa estar ante otra obra radicalmente
distinta. Las múltiples intersecciones de las supuestamente
numerosas líneas vistas desde el punto más bajo, que
además transmiten la impresión de algo compacto, quedan
ahora sustituidas por una línea que se extiende generosamente
por sobre el césped, la cual, gracias a la sugestiva impresión
de movimiento que da, parece acompañar el sendero que conduce
al portal principal.
A excepción de una pieza, instalada justo delante de la pared
de un edificio, esta transformación esencial puede apreciarse
en todas las obras expuestas aquí. A menudo basta con unos
pocos pasos para tener una impresión completamente diferente.
Las
líneas, es decir los tubos con su ínfimo volumen de
masa cumplen ante todo la función de transmitir una sensación
de tridimensionalidad, justamente lo que define a una obra plástica
como tal. Dirigen los ojos de los espectadores hacia todas partes,
hacia adelante, hacia atrás, dentro y fuera del espacio. Diametralizan
y dinamizan el espacio haciéndolo perceptible de una manera
vivencial.
Al movimiento a través del espacio corresponden las formas
de los diversos volúmenes, que se ven delimitados y en tal
medida definidos por los tubos. Si uno les coloca telas imaginarias
por encima como si fueran las varas de una tienda, los fragmentos
espaciales resultan más nítidos. Tales espacios, sin
embargo, se sustraen a una interpretación unívoca, hermética
y culminada, pues en ningún punto se oberva que un tubo se
choque con otro. Siempre quedan formas como por ejemplo de lazos y
círculos, que nuestros ojos perciben en su totalidad, en algunos
puntos más o menos abiertas, y dejan fluir aquel espacio interior
delimitado a otros espacios parciales de la pieza misma o al espacio
circundante. Estos espacios unitarios están ubicados en direcciones
diversas, se esmeran en ascender, echan mano del espacio circundante
como con un gesto, se asientan en el suelo o levitan a escasa distancia
del mismo. A la vez, la transparencia general de las piezas aporta
la posibilidad de una percepción simultánea de las distintas
situaciones espaciales así como de las constelaciones espaciales.
Herta Seibt de Zinser ha elegido los puntos de localización
de las piezas con especial cuidado y a partir de un principio de base.
El largo período de tiempo que les ha dedicado, un total de
15 días, obedece aún a otro motivo. El procedimiento
explicado al comienzo, de cómo junta las diferentes partes
de la pieza mediante un sistema de empalme, permite a la artista presentar
las obras en diferentes lugares de manera que establezcan una relación
específica con el lugar. No modifica el orden de los tubos
que conforman una pieza, pero puesto que los puntos de unión
no son rígidos, y los tubos pueden girar en todas direcciones,
la misma pieza puede instalarse una vez como una obra compacta y otra
vez como una escultura más abierta o por último completamente
desplegada en su longitud. Es así como el largo período
de tiempo que requirió Herta Seibt de Zinser para la concepción
y realización de la muestra obedece ante todo a su esfuerzo
por establecer una relación entre las piezas y las diferentes
situaciones espaciales del área del parque de la exhibición.
De esa manera echa mano eventualmente en su pieza a la tendencia a
elevarse de un grupo de árboles, en otra oportunidad es a la
suave ondulación de una colina a la que se acerca la obra.
Es así como la escultora Seibt de Zinser, que concibe y plasma
espacialmente, se ha familiarizado con el lugar y ha conseguido hacer
entablar un diálogo entre el arte y la naturaleza, entre el
arte y la sede del Centro Cardiológico de Bad Krozingen. Les
toca ahora a ustedes, los espectadores, entablar un diálogo
personal no solamente con las piezas aisladas sino también
con el conjunto de la muestra, cuya presentación en sí
constituye igualmente un acto de creación artística
de Herta Seibt de Zinser.
Eberhard
Brügel
(Traducción
del alemán de Teresa Ruiz Rosas)